Acaba el mes de Julio y con él el año laboral de muchos ciudadanos de este "primer mundo". Agosto ha sido desde hace unos años -no tantos- sinónimo de vacaciones, cada vez mejores o por lo menos, cada vez más caras. Recorrer el propio país u ajenos se había convertido en casi una obligación, si querías estar a la altura de los vecinos, amigos, familiares.... hasta se pedían préstamos a los bancos para ello (ellos te los concedían alegremente). Pero este año ha llegado la crisis y con ella las restricciones. Ya ni los bancos te dejan el dinero ni los ánimos están como para plantearse gastar lo que te queda antes o después de que te despidan. Nos vamos a casa de amigos, familiares, y nos conformamos con mirar los paisajes exóticos por Internet.
Llega Agosto acompañado de incendios forestales que se han llevado por delante a personas buenas o buenas personas como son los bomberos que, por su oficio, ya merecen todo el reconocimiento del resto de ciudadanos. Llega Agosto quemándonos la piel, adormilando los cerebros, dejándonos sin ganas de trabajar. Y ésto es lo único que los sufridos trabajadores sin trabajo van a poder agradecerle a este dorado mes. Podrían exclamar, si pudieran: "Qué suerte; no tengo que ir a trabajar!" Pero mucho me temo que esa frase casi nadie la pronuncie.
Se acaba Julio y los jazmines nos embriagan con su olor. Los programas de radio y televisión quieren ser "refrescantes" y yo añadiría "economizantes", pues van repitiendo programas pasados -y pesados-, con lo que los que acabamos economizando de verdad somos los consumidores al parar el aparato. En Agosto muchos no saben qué hacer. No es fácil cambiar la rutina del año, sobre todo si no hay dinero para irse a Honolulu. Es la crisis, que se nos están instalando por fuera y por dentro. Olvidamos que esa palabra no existe para quienes la viven en sus carnes desde que nacieron. Es que los del primer mundo somos tan complicados....
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