En días como hoy, una preferiría ser un simple pajarillo. Ser, simplemente, sin conciencia de ello y sin la vergüenza de tener que contemplar los miles de crímenes que un estado lleva a cabo inpunemente y con el consentimiento y complicidad de la comunidad internacional. Hablo de Gaza y del ejército israelí que, azuzado por los dirigentes occidentales está llenando de cadáveres y horror un pequeño territorio donde la gente corre despavorida y no tiene ya dónde refugiarse. Tampoco qué llevarse a la boca. Tampoco medicinas ni hospitales, tampoco periodistas que expliquen lo inexplicable, tampoco escuelas donde entender algo.... Nada ni nadie se salva de la salvajada, ya que todos están siendo perseguidos, acorralados, fulminados.
Un pajarillo sin conciencia no sentiría la impotencia de tener que ser espectadora de tanto despropósito, de tener que oir a tertulianos, a dirigentes políticos y sociales justificar esos asesinatos, la destrucción de tantas generaciones que no van a poder arrancarse el odio de sus entrañas. Hablan de todo ello con la distancia, con la frialdad del que habla de números, de ideas, de estrategias. Sólo les falta utilizar la jerga militar para hacer más esclarecedora su postura: No hay muertos ni heridos ni terror y desesperación: Hay bajas. Y por la noche, después de besar a sus hijos y dejarles en una cálida cama, a dormir. A dormir como si fueran pajarillos sin conciencia de lo que están justificando.
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