Me resisto a aceptar como un mal inevitable la el río de muertos y desesperados de la vida que nos llegan por el sur, día sí, día también. Esto es peor que una epidemia, que una cataclismo natural, no se si peor que una guerra. Ésto es la desidia humana llevada a los más altos niveles y justificada por tantas mentiras que no se puede resistir. Zapatero ha dicho que es inaguantable. Lo es, lo es y lo es. No son peces que se sacan muertos de la barca, no son locos de cara desencajada que hay que encerrar, no son delincuentes peligrosos que hay que meter entre rejas. No vienen a robarnos, vienen para poder vivir ellos también.
Aquí, ahí donde está quien ésto lee, tenemos para comer, tenemos para ordenador, tenemos para la última versión del móvil que ha sacado telefónica. Hacemos colas para ver espectáculos, pagamos nuestras vacaciones con ilusión y más si es a países exóticos en que nos enseñarán sus maravillas naturales. Ahora estamos en crisis y nos echamos las manos a la cabeza. No sabemos nada de lo que es la vida, porque alejamos la muerte de nuestros ojos y de nuestra responsabilidad. Nos parece una pasada dedicar un 7% a los países pobres mientras cerramos las fronteras y abrimos las cárceles para los que quieren escapar de la muerte. Me pregunto cómo vamos a impedir que nos llegue el olor a muerto.
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