Pero no es solo en el deporte donde se vierten esperanzas, sueños de gloria, evitando así conformarse con la realidad del día a día, de ser uno más y gozar y sufrir como todos los mortales. Nuestra sociedad está promocionando ese tipo de sueños con programas de tv que todos conocemos, donde se maltrata psicológicamente a los concursantes "por su bien". Ellos, muchas veces entre sollozos dicen haberlo dado todo. Yo lo creo, y también creo que quien lo da todo se queda sin nada. Me explico: sin otra expectativa que volver a intentarlo, que pensar que ha estado a punto de conseguirlo, de que depende más de su voluntad y sacrificio que de un entorno en el que lo único que cuenta es el negocio. Se negocia con el triunfo, aunque sea esporádico, se negocia con las lágrimas, se negocia hasta con el sadismo de unos monitores que mucho se parecen a aquellos profesores del siglo pasado cuyo lema era: "La letra, con sangre entra".
¿No será posible que esos padres para quienes el triunfo de sus hijos es el propio, comiencen a pensar que no hay mejor triunfo que vivir una vida rica en experiencias, en relaciones propias de cada edad, en tiempo para observar el mundo, las personas, la naturaleza? Si ellos no pueden gozar de éso, por el motivo que sea.... ¡¡Dejen que sus hijos sí puedan. Ya se buscarán ellos solitos su destino!!
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