Recuerdo el caso de un hombre joven, casado, padre de dos hijos, respetable y respetado en los círculos que frecuentaba (incluído el trabajo de albañil), al que un día llegó una citación del juzgado para cumplir una condena por el delito de robo que había cometido en su adolescencia. El caso soliviantó a más de una, entre las que me encontraba, ya que la sentencia llegaba tarde y fuera de contexto. Este joven había re-orientado su vida, la llevaba bien y la cárcel ya sabemos qué clase de formación da a los desgraciados que entran en ella; sobre todo si son jóvenes.
El recuerdo me ha venido después de leer el artículo de Najat El Hachmi en El Periódico, sobre la detención de Roman Polanski. ¿Tienen algo en común ambos casos?A mí me parece que Najat tiene razón cuando plantea "¿Tenemos que aplicarles juicios morales diferentes a los que aplicaríamos al desgraciado que vive en el anonimato? Lo que está claro es que los buenos artistas disfrutan, de entrada, del beneficio de la duda, un beneficio que a menudo se niega a los que no han destacado nunca por nada especial." Y a cuento con ésto aparece en mi cabeza un nombre de rabiosa actualidad en nuestra Catalunya querida: Millet. A él también le dieron el beneficio no de la duda, sino de la confianza plena, pero no por ser una buena persona o por sus dotes artísticas, sino solo por el linaje de su familia.
Difícil trabajo el de administrar justicia, pero la necesitamos casi tanto como el pan que comemos.
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