Hay cosas que los humanos no podemos controlar, pese a nuestra concepción de "reyes del universo". Lo pienso ahora que hemos aterrizado en Marte y las caras de los científicos que gastan su vida y el dinero de todo el mundo en semejante hazaña van desde la euforia hasta el éxtasis. Pues no, señores, a pesar de tanto esfuerzo, de tanto dinero y de tanta euforia, los seres humanos no controlamos la naturaleza (afortunadamente :)) Y si no, que nos lo digan a los catalanes, que hace unos días estábamos en las puertas de una temible sequía y hoy los embalses casi se desbordan en algunos lugares. Que se lo digan a chinos y birmanos, que se lo digan a tantos miles de dagnificados por los cataclismas que les dejan sin hogar, sin recursos y sin vidas. Que se lo digan a las miles de personas que mueren cada día de enfermedades que antes o no existían o no se conocían, a pesar de haber dado con el remedio de otras que en sus tiempos eran incurables. Es como si la naturaleza, indómita, se negara a doblegarse a nuestros deseos. Y si me alegro que así sea, no es por ir contra corriente (reconozco que tengo práctica en ello), sino porque desconfío del uso que haríamos de un poder ilimitado sobre dicha naturaleza.
Me importa un bledo que hayan llegado a Marte, o a Miércoles o a Jueves... Me importa un mucho que lleguen a los países subdesarrollados -están mucho más cerca- y gasten los millones en salvar vidas. Y, de paso... ¿Por qué no dejan en paz a los marcianos? Esos seres verdes, bajitos y con una trompeta de naríz, posiblemente sepan ser más felices que nosotros.
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