¿Es el hombre un lobo para el hombre? Me parecía un disparate cuando oí semejante afirmación en los textos de un conocido filósofo. A veces, siento que es así, que por lo menos en algún lugar de nuestra psique existe el deseo, cuando no necesidad de apartar a todo aquel que nos hace o nos pueda hacer sombra. La ley de la selva, la de la supervivencia, dirán algunos.
Y es que cada uno tenemos un apetito diferente, sea en relación a comida, a relaciones, a espacio físico, a intimidad, a poder, a dinero... Y ahí tenemos al ansioso, al voraz, al egoísta, para quien no cuentan las necesidades de los demás, ya que la urgencia de las suyas -aunque sean desmesuradas y por tanto insolidarias- hace que arrase por donde quiera que va. Y los otros, los que van tranquilos sin esa necesidad concreta, se encuentra de pronto que no tiene para él, que se ha quedado en ayunas. No estoy incluyendo aquí a malévolos que quieren simplemente destruir al otro por envidia, porque tiene lo que él desea sin necesidad dehabérselo quitado.
Hay veces que la voracidad -no el deseo de dañar- de alguien puede despojar a otro de una actividad que le encanta y que no hace mal. La persona en cuestión puede hacerla mejor, es cierto, pero.... ¿de verdad cuenta tánto la perfección? ¿de verdad no podemos repartir las tareas y que cada cuál disfrute con aquello que hace? ¿de verdad no hay un lugar para cada uno? Los líderes son muy atractivos, pero tienen una pega importante: cuando fallan, porque todo humano falla inevitablemente, cuando el líder falla deja a todos huérfanos, y como no estaban entrenados a realizar tareas, porque no sabían hacerlas tan bien como el líder, se crea el desconcierto y la nada.
La sociedad, las sociedades, las hacemos entre todos. Así crecemos, así nos sentimos realizados y comprometidos con nosotros, con los demás, con nuestro tiempo.
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