Todo cuanto sale de la boca de Chávez es criticado y desprestigiado por los políticos y la prensa en general, como si de un troglodita se tratara, y todo porque el hombre, el presidente de Venezuela -elegido democráticamente, cosa que al parecer no dan importancia- no comulga con los sesudos y sofisticados gobernantes europeos, no comulga con tener que aceptar sus imposiciones de arriba a abajo, como cuando el rey español le manda callar, como cuando devolvemos a venezolanos que no pasan nuestros controles, como ahora que queremos devolverles a los inmigrantes que nuestra economía ya no tolera. Cuando él, digo, responde como un igual y devuelve ojo por ojo, entonces le tachamos de exagerado, de imbécil que no comprende nuestros sofisticados argumentos y leyes. Pero a mí me parece que ocurre todo lo contrario, me parece que este hombre, este presidente a quien pierde su verborrea, intuye y entiende a la primera el sentido de lo que estamos haciendo aquí, en este continente engreído que aún no ha sido capaz de pedir perdón por una historia de depredadores que acabó con culturas y razas para quedarse con la riqueza de ese otro continente que es América. Es cierto, a Chávez le pierde su verborrea, pero a nosotros nos pierde nuestra arrogancia y egoísmo.
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