Yo no se qué ocurre en este, nuestro primer mundo, que cuando un periodista -después de jugarse la vida en países como El Congo- publican reportajes como el que sale hoy en El País,los lectores como yo lo leemos, a muchos se nos ponen los pelos de punta, hasta puede que se nos caiga alguna lágrima de pena o de rabia. Pero todo sigue igual. ¿Qué pasa? ¿el diario envía a su periodista a jugarse la vida porque un artículo así queda bien en su periódico y, a seguir con nuestras chorradas? ¿el diario intenta que al difundir la noticia nos hagamos conscientes de lo que si no, no nos enteraríamos? ¿se permite que se publique porque hay libertad de expresión o porque esos países quedan muy lejanos?.
Mis interrogantes se me hacen inaguantables cuando leo en el último párrafo del reportaje las palabras de una activista que, por miedo, no da su nombre y declara:
-"Necesitamos ayuda internacional, pero no sólo con financiación, médicos y voluntarios que nos compadezcan", implora esta activista pro derechos humanos, quien añade: "El compromiso debe ser también en algo más profundo: ¿quién vende las armas a estas bandas? ¿Quién compra el oro, el coltán y los diamantes que se extraen aquí sin control?". "¡Ésta es la raíz del problema que debe atajarse!".
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Son países lejanos en donde ocurren esos horrores, pero son nuestros países, los honorables y democráticos países del primer mundo, los que están haciendo posible, manteniendo ese estado de cosas.
Por favor, que -lo hagan por lo que lo hagan- los períodicos sigan informándonos. Puede que algún día los ciudadanos de a pie nos solidaricemos con las víctimas y nuestros países se acerquen.
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