Bien!! Por fin alguien con un nombre reconocido nos defiende, defiende a los que, como yo, estamos hasta las narices de la superioridad con la que los creyentes -en el credo que sea- se dirigen a nosotros -los agnósticos o los ateos. Bien porque no es fácil prescindir del pastor, no unirse al rebaño y trotar una o uno solo por las vericuetas de la vida, sin el consuelo de que cuando ésta se acabe, tendremos la eterna, donde nuestros cuerpos corrompidos volverán a recomponerse y brillarán con luz radiante. Los que, como yo y el autor del artículo Moral del laico no tenemos más luz que la de nuestro entendimiento y la estela de las personas terrenales que nos marcan una senda, para nosotros digo, es un derecho y una necesidad reivindicar nuestra moral.
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